El fin de semana platicaba con una amistad de amores inolvidables y eternos platónicos, esas platicas que te llenan de alegría porque revives momentos que en tu vida significaron mucho, o casi todo (como solía decirle a una persona querida), pero que al mismo tiempo te causan nostalgia por los bellos tiempos pasados. Hoy la misma amistad me envió un link de un programa que pasa en televisión abierta y que no conocía (no acostumbro ver televisión), no sé si se puede o no mencionar nombres así que no lo haré, pero hay una sección en la que leen cartas del público (según entiendo), y esta era una carta a un amor imposible, que me hizo pensar en muchas cosas.
Hay una parte en específico que llamó mi atención y quiero compartirlas, porque me hicieron entender algo que a veces cuesta: El amor puro y leal es el que no interfiere con tu amor propio, el que nunca te permite dejar de ver primero por tu bienestar y salud emocional. La carta (de la cual desconozco el autor), decía así:
«Nuestro amor no merece terminar como fugitivo, ni escondido, porque dentro de los escondites hay poca luz y miedo a ser descubierto, nuestro amor, merece toda la luz posible… Te sigo amando, y mi primer impulso sería reencontrarme contigo, y quedarme dormida en tus bazos después de amarnos y besarte de nuevo y recordarte con cada caricia lo que has sido y sigues siendo… el gran amor de mi vida».
Y así son los algunos amores, algunos llegan y se van, algunos están pero no permanecen… algunos simplemente nunca serán posibles.
Deja una respuesta